domingo, 23 de mayo de 2010

Central nuclear de Garoña: who cares!


Seguir apostando por la energía nuclear cuando las renovables ya han demostrado su eficacia es propio de países descolocados, retrógrados y lamentables como el nuestro, en manos siempre de titiriteros y cretinos de feria que sólo buscan reforzar sus egos y sus bolsillos. Cada país tiene la clase política que se merece, pero eso no es nuevo.

La energía nuclear, actualmente, es una opción cada vez más cara, más lenta de desarrollar e infinitamente más peligrosa que las energías renovables y el ahorro energético.
Pero las cuestiones trascendentales en este país se las pasan los políticos por la entreceja. Favorecer los estados de riesgo y machacar al ecosistema son el pan nuestro de cada día de nuestros gobiernos. A ellos les basta con mirar a otro lado, y si se le pregunta por tamaña gilipollez desde el escaño de enfrente, sacarán algún debate sobre la bandera o su bendita madre para marear la perdiz y tenernos entretenidos.

La central nuclear de Garoña cerrará su actividad en el 2013, cuando cumpla los 40 años de vida útil, y no en el 2011 como había prometido el gobierno.
¡Por qué no! Sólo son dos años en los que la central puede estropearse todavía más, reventar y colocar literalmente a España entre la desembocadura del Amazonas y la estación Mir.
La de Garoña fue construida con el desarrollo y los avances tecnológicos de los años 60, una época glamorosa y mítica en la que en este país deslumbrábamos al mundo, por ejemplo, con el 600. Esto para que tengamos una idea de la solidez y seguridad que representan este tipo de centrales.
La central ‘de las mil y una grietas’, como se la conoce en una región que vive con el corazón en un puño y con la maleta hecha en la otra mano, padece de achaques técnicos cuando menos preocupantes, entre los que destacan la corrosión del barrilete (que de estallar también sería cósmico) y las grietas en las barras de control.
Un estudio epidemiológico realizado por el profesor Agustín Silva-Mato del Área de Medicina y Salud Pública, Unidad de Bioestadística y Epidemiología de la Universidad de Alcalá de Henares y el Hospital de Guadalajara, recientemente publicado en la prestigiosa revista científica Occupational and Environmental Medicine, sobre la incidencia de cáncer en el entorno de la central nuclear demuestra que ésta es 1,7 veces mayor en un radio de 10 kms alrededor de esta instalación que en el radio de 30 kms.
Esto nos arroja al menos unos centenares de motivos por los que el gobierno debería tirarlas abajo y escoger de entre las alternativas energéticas que ya funcionan en este país y que no suponen riesgos para la salud pública.
Cuestionar su empleo y debatir su futuro son medidas que cualquier gobierno de este país no brindará a la ciudadanía por miedo a tener que dejar de chupar del bote y tener que enfrentarse a las logias nacionales que mueven la pasta.
Probablemente, aquí se le dará la importancia que merece a este tipo de cuestiones cuando el tinglado de las energías renovables le reporte al gobierno trillones de petroeuros, o cuando recojamos sandías modelo Chernobil de 300 kgs. en lugar de las naranjas de Valencia de toda la vida.
Este país funciona a leches desde la prehistoria y no con ideas, pero si me diesen una oportunidad ponía a los del gobierno de electricistas en la central de Garoña.

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