Intentaré disipar vuestros temores y convenceros de por qué la energía nuclear tiene que dejar paso a otro tipo de energías, más limpias y menos peligrosas, en cinco pasos:
- Peligrosidad: todos guardamos en la memoria colectiva el desastre de Chernóbil en 1986, en la que una sola central nuclear puso en jaque a toda Europa. El potencial de riesgo es extraordinario, además de innecesario porque puede ser sustituida por otras más inofensivas. Los residuos radiactivos que generan las centrales son, además, muy difíciles de eliminar, todo un marronazo para futuras generaciones.
- Cara: los costes de construcción, de gestión de residuos, de vigilancia,… Como apuntan desde la WWF, ‘si la reducción de emisiones, como tantas veces se dice, es un asunto económico, las nucleares desde luego no son la solución’.
- Duración: las reservas de uranio de las que se dispone para alimentar a las nucleares no invitan a la tranquilidad (apenas unos 2.525.000 t), insuficientes para generar energía eléctrica por más de dos años. La energía nuclear sólo retrasaría unos años la toma de soluciones reales al problema del cambio climático.
- Construcción: tardan del orden de 10 años en ser construidas, por lo que tampoco podría ser una solución con cierto viso de actualidad.
- Por último, la Comisión Europea cree que se pueden conseguir los objetivos de Kyoto sin la energía nuclear. De hecho, Alemania y Suecia están reduciendo sus emisiones sin nuevas plantas nucleares.
Por todo ello, porque no nos gusta imaginarnos estanques con peces de seis ojos, porque nadie estaría ni a gusto ni a salvo viviendo enfrente de ellas, porque sus costes significan fortunas en tiempos de crisis, porque son considerados objetivos terroristas, porque ya existe otro tipo de alternativa energética… por todo ello, que los políticos no te engañen.
Si quieren centrales nucleares, que se las metan por el culo.